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domingo, 27 de marzo de 2011

Capitulo 52.

-Mmm… está buenísimo.

-Jajaja gracias.

Era cordero asado. Estaba muy bueno. Fue una comida normal, tranquila. Los padres de Dougie son encantadores.

-Asique, ¿sois españolas?

-Sí.

-¿Y cómo es que estáis viviendo en Inglaterra?-pregunto el padre de Dougie curioso.

-Pues es una larga historia. Vine yo con mi mejor amiga, Anne, pero que se tuvo que marchar a Madrid de vuelta por problemas personales. Luego conocimos a los chicos. Me enamore completamente de Dougie…- le conté todo lo que sucedió desde que estamos aquí.

-Madre mía jaja, estoy por escribir un libro con vuestra historia hee jaja- bromeo su madre.

Nos tomamos una taza de té, como costumbre inglesa y empezamos a recoger la mesa.

-Quedaros sentados por favor, ya recojo yo- dije a los padres de Dougie.

-No, de verdad.

-Que si jaja.

-Bueno vale.

Dougie y yo nos pusimos a recoger la mesa y a meter los platos y los cubiertos en el lavavajillas.

-Pero Alice, ¿has visto lo que tienes en la muñeca?

-Sí.

-¿Cuándo te lo has hecho?

-Pues…cuando vine a Londres por primera vez.
-¿Desde entonces lo tienes?
-Sí.
-¿Y no se te cura?- pregunto preocupado mirándome la costra de mi muñeca.
-No quiero que se me cure.
-¡¿Pero tú eres tonta?! ¿Por qué no?
-Porque...
-A ver, sorpréndeme.
-Veras Dougie, esta herida me la hice el día que te conocí. Me la hice cuando volvía a casa el día que nos presentaron. Desde entonces todos los días me arranco la costra, para que no se me olvide. Porque si pasa algo entre nosotros, tendré un recuerdo tuyo. Podre mirar orgullosa esa cicatriz y decir: “Esta cicatriz me la hice el día que conocí al amor de mi vida, Douglas Lee Poynter.” Esta cicatriz, Dougie, significa mucho para mí. Y seguiré quitándome la costra hasta que me quede una cicatriz que no se valla nunca.
-Joder Alice, te quiero. Pero sabes que eso es malo para ti. No puedes quitarte la costra de una herida. Y menos por mí.
-A ver Dougie, por ti lo doy en este momento TODO.
Me dio un beso largo, apasionado.
-Te quiero.
-Y yo.
Justo en ese momento entraba Harry por la puerta.

-Dougie, ¿estás bien?

-Sí, ¿por qué?
-Porque parece que vas a llorar.
-Ah nada, tranquilo, de verdad.
-¿Seguro?
-Sí. Gracias.
Se dieron un abrazo, y en ese momento pensé: “PUDD.”
-Bueno venga que vamos a comer la tarta y a cantarte el cumpleaños feliz.
Fuimos al salón. Ya estaban puestos los platos de postre y la tarta con las velas, dos números. 23.
-¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaños feliz!- sopla las velas- BIEEEN- aplausos.
-Toma hijo- era el regalo de sus padres.
Lo abre con cuidado, como los señores mayores cuando el día de su cumpleaños tienen un regalo para abrir, y lo abren con cuidado de no romper el envoltorio como si lo fueran a guardar para siempre.
-Madre mía, me encanta.

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